Hoy tuve el impulso, similar al que me permite estar escribiendo, de ir al cementerio.
En la zona donde resido no hay restos de cuerpos, sobras carnales de personas queridas. Sin embargo, más allá de eso, algo me implusaba a aquel lugar.
Mentiría si dijera que me encaminé en soledad. No por miedo, sino por la dificultad de realizar actividades en solitaria.
La sensación, el impulso de estar en la necrociudad, estaba fuera de lo racional
¿para qué asistir? ¿por qué ir? Aún no lo sé.
Escogimos aquel sepulcro que estuviera despreocupado, que diera la impresión instantánea de abandono. Limpiamos el lugar:sacar maleza y basura; dejamos unas rosas blancas y mojamos la tierra que lo cubría.
Una vez que salí del lugar santo, me sentí mejor conmigo, con mis demonios, con mis fantasmas, con mis muertes...es cierto que nada cambiará, que mis días y soledades serán igual. Pero el impulso en calma estará.