15 octubre, 2006


Miraba su brillo en forma constante, con la mirada fija y la disposición indicada; era el rito cotidiano, el encuentro nocturno, la complicidad en la muerte. Su brillo, su destello eclipsaba, hechizaba, era un encuentro íntimo, único. Las dudas, las constantes preguntas que rondan desaparecían ante ella, terminaban las preguntas sin respuestas ante su presencia.

Acariciaba su faz hasta la sangre, hasta sentir la partida, los mareos, las nauseas. Su luz trasporta a los juegos y las risas, a las tardes de lectura y excursiones estelares.
¿dónde quedan las capas del ayer? ¿dónde duermen los recuerdos? Pero la cabeza los nubla, los aparta y muestra las imágenes de cada día.

Se levantará y dejará que el brillo no la ciegue. Terminará con la canción inconclusa, será mejor que observar y nublarse con los destellos. Pero es su misión, es su camino, es el destino auto impuesto. Debe cumplir con su compromiso, con el contrato pactado en sangre, en carne, en vida.

Ya siente su suavidad, percibe la certeza de la incisión. No es la vida que se aleja, no son las lágrimas que nublan los ojos, son los recuerdos de la existencia los que vienen a ella. Son las verdades buscadas las que invaden su cabeza, es la existencia misma que recrea esa sinapsis

No pensará en las consecuencias. Ha vivido en funciones de causa/efecto, acción /reacción.
Las emociones de ayer la invaden una vez más, no dejará que se vayan, no permitirá que la dejen una vez más. Toma su aliento, sus carencias, sus faltas, sus pecados, sus silencios

Se van de ella, se esparce la sangre po su piel y cae lenta, pausada, firme. La hermosa verdad se acerca a ella. Cantará fuerte y alto (y nadie escuchará) gritará hasta desgarrar sus pulmones (y nadie la auxiliará) sus carcajadas resonarán en esa habitación(y nadie la extrañará) y el llanto cubrirá esa alma (y nadie lo notará)