Un punto distante y ajeno, de monocordes colores,
de crisálida congelada en lo alto de una higuera.
No percibí tus burdas caricias que recorrían mi dermis
con desenfreno,
desenfado,
con descaro.
No escuché fonemas melosos y cadenciosos
que penetrasen sin respiro por mis perforados tímpanos.
Sólo cerré mis puños para crear amorfas constelaciones arreboleras.