01 diciembre, 2006

El tiempo me acorrala en una esquina;
asfixia las letras muertas del habla.
Las horas se contornean con letargo moribundo
advirtiendo,
detectando los demonios que me escaldan.

Los minutos se silencian por eternidades
que abren las compuertas de los recuerdos no realizados.
Los segundos centellean ante mis ojos
lerdos,
acompasados
como pulsiones esquematizadas
por el contexto,
por el pretexto.

Es el día con sus aliados quienes dejan patente
mi agobio (tu acoso)
mi mutismo (tu hostigamiento)
mi vacío (tu asedio)


¡Es la ubicuidad del tiempo quien manifiesta tu verdadera corporalidad¡