Contorneé mi cadera izquierda en forma leve, imperceptible, sutil.
Me senté a tu lado y observe tu ritual: extender el lienzo, armar el atril y perderte por horas en una dimensión que no es la mía.Mi corazón sangro sólo un poquito para que no notaras, para que no percibieras mis pasos hacia el ventanal donde las hojas caían copiosamente.
Desnudé mi alma en ese colchón, extendí mi ser para sentir el rocío impregnado en las venas de las hojas amarillentas que cubrían mi faz, ocultando las lágrimas que de mis ojos húmedos emanaban. Permanecí segundos, minutos, horas, eternidades que no viste, que no tocaste, que no compartiste.
Volví la vista al ventanal. Tú mirada aún auscultaba tus tortuosos universos. Me senté a tu lado y contornee levemente mi mano para que emanara en forma pausada y constante un hilillo de sangre.